domingo, 17 de agosto de 2008

Falsos protectores



Article publicat per Xavier Bru de Sala el dia 15 d'agost de 2008 a la secció d'opinió de La Vanguardia

Vanoise es un parque nacional situado V en las estribaciones francesas del Mont Blanc. Aunque rodeado de hoteles y urbanizaciones, pistas de esquí y centros turísticos de toda índole, el afán preservador de las autoridades competentes, presionadas por sus técnicos, les lleva a prohibir sobrevolar la zona incluso sin motor.

Podríamos multiplicar los ejemplos a miles, hasta llegar al absurdo - compartido por algunos de los museógrafos serios que conozco- de cerrar los museos al público con la misma argumentación que impide visitar las cuevas de Altamira: la luz, la presencia humana o la combinación de ambas cosas deteriora las obras de arte. Sin ir más lejos, los bañistas de algunas zonas de la Costa Brava que acostumbran a salir con sus lanchas se están quejando ya de que no les permiten fondear en las calas, que cierran con cualquier excusa, desde la posidonia, ya desaparecida o que nunca estuvo, hasta la protección de los bañistas que, cuando no se puede llegar por tierra en coche, han dejado de acudir porque llegaban en barca. Los prohibicionistas de profesión podrían poner boyas, sujetas a bloques de cemento depositados en el fondo, como en las Medes - por cierto, insuficientes y muy disputadas-, pero parece que eso está cada vez peor visto entre los gestores de la naturaleza. De lo que tratan los protectores profesionales es de evitar al máximo la presencia humana en los espacios protegidos, como si esas porciones de naturaleza fueran para su privilegiado uso y disfrute personal.

No caen en la cuenta de que los parques naturales pueden existir y ampliarse, porque o bien la acción humana sobre esos territorios no los ha degradado, o bien los ha transformado con acierto, caso de los arrozales de Pals, de manera que el paisaje es ahora más atractivo que cuando se encontraba en estado salvaje. Los usos de un parque natural compatibles son, desde luego, muchos más de los que presumen quienes cobran un sueldo público para protegerlos. ¿O es, por ejemplo, que deberían volverse a inundar las grandes lagunas del Empordà desecadas con tanto tino, esfuerzo y provecho en los últimos siglos? Por ahí avanza un fundamentalismo del que nos deberíamos proteger antes de que sea demasiado tarde.

La gestión integral de territorio es, además de un bonito nombre, una entelequia. La coherencia entre los distintos departamentos de la Administración consiste en ignorarse mutuamente, si bien se observan de reojo, a fin de que la acción de uno no impida la del otro, por contradictorias que sean, y allá se las apañe el ciudadano. Sobre nuestro litoral inciden, cada cual por su lado, los de Ports, los de Turisme y los de Medi Ambient. Jamás, según los lugareños consultados, han acudido conjuntamente a explicar sus planes. Por la sencilla razón de que no son compatibles. Los de Política Territorial se devanan la mollera pretendiendo aumentar el número de amarres sin ampliar otro puerto que el de l´Estartit. Lo que, además de constituir un atentado paisajístico a las Medes y al pueblo, entra en flagrante contradicción con el proyecto de parque natural del Montgrí, les Medes i el Baix

Ter, de orientación desertizadora. Si usted veranea en la Costa Brava y posee una barca o lancha, véndasela antes de que no pueda salir de puerto si no es para alejarse a toda prisa de la costa. Si está pensando en comprarse una, desista, por lo menos hasta que la Generalitat le dé garantías de que dispondrá de calas en las que tomar su baño. ¿Y los de Turisme? Ellos van a la pela. Su norte es independiente y opuesto al de Medi Ambient. Por ello engañan al posible visitante: las fotos promocionales que hacen la costa catalana tan atractiva corresponden a lugares que jamás podrán visitar, de los que está casi vedado disfrutar, a los que pronto estará prohibido siquiera aproximarse. ¿Es eso incremento de la calidad de la oferta? Más bien tomadura de pelo.

Ocultan los técnicos y sus jefes, los responsables políticos, que la degradación de ciertas zonas sumergidas del litoral se debe a factores ajenos a los bañistas y navegantes. Por ejemplo, los agentes químicos que bajan por los ríos, ante cuya desembocadura han desaparecido los peces de arena. Ciertas algas como de moco rojizo, antes desconocidas, que se pegan a las rocas hasta hace muy poco llenas de mejillones, erizos, tomates marinos, flora y fauna multicolor. Eso, no sólo les da igual, sino que lo silencian porque no les conviene. En el colmo de la incongruencia, el famoso proyecto de parque natural del Montgrí, les Medes i el Baix Ter excluye el propio río, el Baix Ter. A lado y lado, miles de hectáreas protegidas, hasta hoy por la sabia mano de sus habitantes, a partir de mañana por mentes ajenas al territorio. Pero lo que es el lecho del Ter y sus inmediaciones, eso queda fuera, salvo en los últimos tal vez dos centenares de metros. ¿A santo de qué? Tal vez no hay presupuesto para erradicar las cañas, que son especie invasora. Y no digamos la maleza que vuelve el Ter invisible a todo ojo humano, salvo el de quienes lo sobrevuelen en pequeños artefactos, con o sin motor... ¡hasta que se lo prohíban!

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